Comenzamos el trayecto a las 10:30 a.m, esperando encontrar una placida bajada hasta Dumre de unos 30mins aproximadamente…

Lo que en un principio iba a ser un trayecto en Jeep, se convirtio en una bajada Hardcore en un bus local de ultima generacion… gente asomada en la puerta, enseres y útiles varios esparcidos por el suelo, companyeros de asiento mas o menos sudorosos…. y un amable chaval (Suk) al que nunca podremos agradecer lo suficiente que nos sacara de Dumre, aka ‘La ciudad sin ley’. Tal y como pudimos comprobar la descripción del lugar que hacia nuestra inseparable guía de viaje era fehaciente:

Dumre: Bazar polvoriento con temperaturas de 40 grados a la sombra (no habia ninguna) y lugar de reunion de las mafias de carretera. Durante una hora esperamos estoicamente bajo la fuerza de Lorenzo (El dia anterior habia habido un accidente en la carretera que dificultaba la ya de por si insufrible circulacion nepali…) y tras varias vueltas por la parrilla cual filetes a la piedra vimos aparecer, por fin , nuestro autobus con destino a Pokhara. 

El trayecto de 55km, que en Nepal equivale a 2h, se convirtio en otra odisea de 5h en la carretera que nos perimitio comprobar en nuestras propias carnes la dilatacion espacio temporal propuesta por las teorias Einsteinianas. 

Montados en nuestro autobus de lujo – lo que equivale a decir que no hay mas pasajeros que asientos -, comenzamos la travesia destino Pokhara sin mayor sobresalto.

Transcurrida una hora, nuestro vehiculo comenzo a reducir la marcha sin motivo aparente, deteniendose finalmente en la calzada.

Para sorpresa de todos, Marsho pregunto: «Y por que?» Una cola kilometrica en ambos sentidos nos esperaba a la salida del autobus, que segun las hipotesis mas creibles, estaba causada por las protestas de los habitantes de una aldea a causa de la indemnizacion por la muerte de uno de sus vecinos a causa de un atropello.

En medio de la nada, no se sabe bien que hacer.

Despues de tumbarnos, hidratarnos, comer, charlar, sudar, a uno solo se le ocurre caminar en busca del origen de aquella hilera de vehiculos tuneados.

Desgraciadamente la nada es la ausencia de cualquier cosa, y por tanto, aquella cola carecia de fin. 

Tras dos horas de espera, comenzamos a plantearnos la posibilidad de realizar el resto de camino a pie, si bien al final – y acertadamente – decidimos esperar a que se restituyera la normalidad, puesto que era ya tarde y la noche acechaba. 

Finalmente, y con gran alborozo, comenzamos a escuchar los «pintorescos» pitidos de los vehiculos de estos lares… (cualquier estudiante de antropologia o linguistica estaria encantado de realizar su tesis acerca de los origenes y los distintos dialectos del lenguaje de la bocina nepali).

Algo comenzo a moverse en el horizonte, la serpiente de cacharros con ruedas comenzaba a reptar.

Cual Ulises en la obra de Homero, a las 18:00h de la tarde, nuestra odisea habia llegado a su fin. 
 
Un oasis llamado Pokhara nos esperaba. Simplemente, espectacular.
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